miércoles, 24 de abril de 2013

Una imagen del faro

La construcción del faro
Gerardo Suter / Noviembre de 2011


I

¿Quién construyó el faro? No lo sé, pero quiero saber para qué sirve. Me interesa descubrir desde dónde se ve su luz y si tiene alguna utilidad durante el día. Tengo curiosidad de saber si también sirve como torre de observación. Si sólo es un indicador para los navegantes o si le sirve a quienes permanecemos en tierra. Si fuera un marino que llega del Sur, ¿a qué distancia comenzaría a ser visible? ¿Cómo se verá, si en cambio me acercara por el Noreste?


Creo que cualquiera de estas preguntas y muchas otras van a depender de quién soy, y de qué utilidad o no, vea en ese objeto monolítico que a veces parece estar vivo. Que tiene un pulso nocturno, un latido de luz.

Intuyo sí, que como viajero por mar o como viajero por tierra, mi incertidumbre tendría que estar dividida. ¿Pero quién levantó el faro y por qué? Es seguro que quien lo construyó ya no lo habita y sólo él sabe porqué lo hizo. Probablemente, quiso dominar desde las alturas el mar y la tierra al mismo tiempo.

Sabemos que cualquier pregunta tendría sentido si primero reconocemos la edificación en el paisaje. Si en cambio desconocemos su existencia o si vemos hacia el lado opuesto, el faro no será importante. Y podremos decir lo que queramos de aquella construcción y podremos encontrarle uno, el único, o mil usos. Pero toda respuesta dependerá de nosotros, de nuestro rumbo.

Desde abajo y como navegantes, podríamos ser marineros o turistas; la luz del faro entonces podría guiarnos o cautivarnos.

El faro también es una imagen, es la representación de algo. La imagen que tenemos de esta arquitectura es la de una construcción vertical: un falo luminoso e intermitente. Una imagen que en nuestra mente combina su forma y su función, que su cuerpo es visible de día y que solamente en la noche adquiere sentido.

Verlo, reconocerlo, es condición sine qua non para explicarlo. Definir nuestra posición y dirección, indispensable.

El faro para cada uno de nosotros tiene un significado, para el constructor, el suyo.

II

La RAE dice lo siguiente:
 

faro.
(Del lat. pharus, y este del gr. φάρος).
m. Torre alta en las costas, con luz en su parte superior, para que durante la noche sirva de señal a los navegantes.

Seguramente todos coincidimos en esta definición y con la imagen que ella proyecta. Sin embargo, ¿sabían ustedes que el Faro del Fin del Mundo era una pequeña casa de madera, octagonal, de 6 metros de altura, con una linterna en la parte superior, que se construyó en 1884 y que luego fue abandonado? 















¿Sabían ustedes que cuando Julio Verne escribió la novela con ese nombre, en 1905, creo su propia imagen del faro y no tenía que ver con la construcción original?





















Parece ser entonces que la imagen de 1884 del Faro del Fin del Mundo no coincide con la imagen de faro que tenemos, ni tampoco con la que Julio Verne tenía. Y lo que resulta más curioso es que cuando se reconstruyó el faro y volvió a entrar en uso, se hizo a imagen y semejanza de la imagen que Julio Verne había creado en su novela.

En fin, la imagen es un objeto complejo.




















La realidad y su reflejo no siempre son lo mismo. Se parecen, pero hay mil y un factores que hacen que ese símil sea y no sea, al mismo tiempo, eco de la realidad.

Cuando Julio Verne escribió El Faro del Fin del Mundo, ya existía una fotografía de aquél lugar, pero él decidió crear otra imagen de aquella construcción. Imagen que pasó por el texto y luego por la ilustración, pero nunca se acercó a la fotografía y mucho menos a la realidad.

Lo reflejado en un espejo, en el agua, en la película o en nuestra mente, no es la realidad. Es una metáfora de la realidad.

Las imágenes son metáforas no conceptos.

Podemos construir un discurso sobre las imágenes, pero no podemos construir un discurso con las imágenes.

Un discurso establece relaciones entre conceptos. Un concepto es algo cerrado, salvo que se considere una puerta de escape. Las imágenes tienen resquicios y fisuras por todas partes, un concepto no se puede permitir eso. Lo que para uno es una debilidad, para otra es una fortaleza.

Nuevamente, ubicar estas diferencias es fundamental y ubicarnos ante estas diferencias, imprescindible.

III

Cien años después de Julio Verne, nuestras imágenes del faro han cambiado.


















Desde nuestro escritorio podemos tener una vista cenital (satelital) del faro. Algo que hasta hace unos años era una visión circular, hoy es ya una visión, digamos, semiesférica.
 



 




















Esos nuevos puntos de vista, esas nuevas aproximaciones al objeto han posibilitado
otras imágenes del faro: crear y creer en otras imágenes del faro.

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